El libro es un conjunto de ensayos escritos a los largo de 30 años por el médico psiquiatra Dr. Carlos Madariaga Araya, con la colaboración de varios especialistas. Este libro habla de una realidad que debe ser considerada y analizada, habla de grandes dolores y abandonos, que esconde el heroísmo y la resiliencia de cientos de miles de personas que pese al dolor siguen luchando llenos de esperanza; pero es también un severo llamado de atención que nos obliga a detenernos a observar, analizar y actuar.
Nos parecía que teníamos algo que contar, cosas enormes que contar a cada uno de los alemanes, y que cada uno de los alemanes tenía que contárnosla a nosotros: sentíamos la urgencia de echar cuentas, de exigir, de explicar y de comentar, como los jugadores de ajedrez al final de la partida. ¿Sabían ellos” lo que había ocurrido en Auschwitz, las matanzas silenciosas y cotidianas, a un paso de sus puertas? Si lo sabían ¿cómo podían ir por la calle, volver a sus casas y mirar a sus hijos, cruzar el umbral de una iglesia? Si no lo sabían, tenían que escucharnos religiosamente, enterarse por nosotros, por mí, de todo y rápidamente: sentía el número tatuado sobre mi brazo gritar como una herida (Primo LeviLa tregua, 1963).
Sueño que mato a mis torturadores. Planifico silenciosamente su muerte, paso a paso. Me veo que voy con una bolsa de plástico negra, de esas bolsas de basura, lo mato y luego lo meto dentro de la bolsa, hago un hoyo en la tierra y lo entierro. Me tranquilizo y luego me duermo profundamente, largo rato caigo en el sueño. Pasado un tiempo, no sé cuánto, me veo abriendo los ojos y viendo que el torturador de nuevo viene caminando hacia mí, me aterro, viene a verme, viene a torturarme de nuevo, yo sé que después va a matarme…Y, entonces, de nuevo empiezo a pensar en matarlo, me digo que tengo que matarlo, de nuevo me encuentro con la bolsa negra de plástico en mis manos, lo mato y de nuevo lo entierro. Me vuelvo a dormir hasta que todo empieza de nuevo…Al mismo tiempo, veo que matan a mi novio jovencito, veo que lo entierran en una tierra fangosa, pero con la cabeza al aire, observo su cabeza desde la distancia. No puedo hacer nada… (Elena Sísifo y la libertad humana. CINTRAS, 2008)