Este libro se estructura alrededor de la relación entre psicoanálisis y marxismo en la época de la Transición. El análisis de revistas especializadas, publicaciones militantes y trabajos teóricos nos ha permitido demostrar que esta interrelación se dio, de forma privilegiada, en el ámbito de un campo psi con un foco interpretativo situado sobre lo social, los vínculos y el funcionamiento interpersonal. En definitiva, la tesis que se defiende en la presente investigación es que, en la España de la Transición, los profesionales de la salud mentalcon una perspectiva psicodinámica muy orientada a lo social encontraron en el marxismo una serie de herramientas explicativas sobre la objetividad y subjetividad humanas que ponían en el centro las condiciones materiales de existencia de las personas. De forma análoga y simultánea, dichos psicoterapeutas psicodinámicos, politizados e influidos por la cosmovisión marxista, necesitaron desarrollar unos esquemas teóricos y conceptuales psicológicos que fuesen más allá del énfasis intrapsíquico del psicoanálisis ortodoxo y que se pudiesen conciliar con el cuerpo doctrinal del comunismo.
El freudomarxismo clásico, entendido como una forma de articulación entre dos visiones del mundo en la que una trata de completar a la otra, recabó el interés de intelectuales de importancia del momento como Armando Suárez y Antonio Caparrós i Benedicto, los cuales realizaron sendos abordajes críticos de las dimensiones lógica e histórica de dicho movimiento. El pensamiento concreto de Wilhelm Reich, tomado aquí como el representante más paradigmático del movimiento freudomarxista, fue difundido por parte de Ramón García a través de la colección que dirigía en la editorial Anagrama. Además, y ya en un nivel teórico-práctico, inspiró la labor profesional de Carlos Frigola en la Fundación Wilhelm Reich y en la comunidad terapéutica Existentialia, ambas de su propia creación. Sin embargo, a pesar de dichas aportaciones y de la existencia de un contexto sociopolítico relativamente propicio, en el terreno profesional de la salud mental la recepción del freudomarxismo en España fue más bien limitada.
Por otro lado, un grupo específico de psicoanalistas argentinos, preocupados por lo social y críticos con las instituciones psicoanalíticas oficiales, trataron de interpretar y renovar el psicoanálisis a través de la perspectiva marxista, un esfuerzo teórico y militante en el que destacaron José Bleger y Antonio Caparrós García-Moreno. Lejos de quedarse en un ejercicio intelectual, estas fricciones con el psicoanálisis ortodoxo, propiciadas además por un clima de tensión sociopolítica, llevaron a toda una fracción politizada del psicoanálisis argentino a escindirse de la Asociación Psicoanalítica Argentina, tal y como dan cuenta los autores agrupados en Cuestionamos, así como los que participaron en Plataforma Internacional, muchos ellos posteriomente exiliados. Esta politización y disidencia institucional del movimiento psicoanalítico argentino se constituyó en referente para un sector de profesionales de la salud mental que se formaban y ejercían su disciplina en un contexto español que se encaminaba al final del franquismo y al paulatino establecimiento del régimen democrático. Una parte de esta influencia fue recogida por Carlos Castilla del Pino, referente de toda una generación de facultativos progresistas a partir de los sesenta, al intentar explicitar la dialéctica contenida en las formulaciones freudianas. Sin embargo, los herederos más notables de esta articulación serán los psicoterapeutas asociados al Grupo Quipú y, posteriormente, también al colectivo GRITA y a Ágora Relacional, que protagonizarían la estructuración y desarrollo del psicoanálisis relacional contemporáneo en España.
Muy inspirado por el pensamiento del filósofo y militante Georges Politzer, el psiquiatra hispano-argentino Antonio Caparrós García-Moreno abordó la empresa de desarrollar una “psicología concreta” adaptada a su contexto nacional. Junto a su primo, Nicolás Caparrós Sánchez, trató de proponer, en 1976, una “psicología de la liberación” entendida como una ciencia humana de la revolución. Su proyecto tenía una fuerte inspiración marxista, aunque también bebía de fuentes más ligadas al pensamiento anticolonial y a la liberación nacional, y hacía un fuerte énfasis en las mediaciones entre sociedad, individuo e ideología.
En 1976, el mismo año de la publicación de Psicología de la liberación, Antonio y Nicolás Caparrós, junto a Alejandro Ávila entre otros, propiciaron la publicación de Clínica y Análisis Grupal como órgano de expresión del Grupo Quipú. La revista, en sus primeros años, partía de la voluntad militante de leer la psicoterapia, el psicoanálisis y la psicología de grupo desde la óptica del marxismo revolucionario. Para ello contarían con aportaciones de autores argentinos politizados, con los que militó en Plataforma Internacional, entre los que destacan Armando Bauleo, Hernán Kesselman y Eduardo Pavlovsky.
Uno de los focos de atención más importantes de Clínica y Análisis Grupal estuvo situado sobre la importancia de la ideología revolucionaria para la práctica efectiva de la psicoterapia. Consideraban que el énfasis del marxismo sobre las condiciones materiales de existencia social arrojaba una nueva luz sobre la dinámica psicológica, el campo interpersonal, y la psicopatología.
La reedición en 1977 del artículo de Antonio Caparrós García-Moreno “Los incentivos morales y materiales en el trabajo” indica que este debate interno del movimiento comunista no estaba resuelto una década más tarde y seguía siendo objeto de discusión entre las distintas corrientes del marxismo. Que fuese publicado en una revista profesional dirigida a psicólogos y psicoanalistas comprometidos con la izquierda demuestra la importancia que, desde la psicología y el psicoanálisis crítico, se le concedió al rol de lo subjetivo en la construcción de alternativas de transformación social y la proyección internacional de la perspectiva militante de este sector del campo psi. Además, esta visión internacional se demuestra también en la difusión de documentos de grupos de psicoanalistas militantes asociados en Plataforma Internacional en los que desgranan la lógica del trabajo político en relación con las instituciones psicoanalíticas oficiales, así como las fricciones internas de este campo disciplinar originadas por estas líneas de intervención política.
Además de los espacios de recepción generados alrededor de la Coordinadora Psiquiátrica, la antipsiquiatría británica también halló un lugar de acogida y debate en Clínica y Análisis Grupal. Parcialmente determinado por el interés de Nicolás Caparrós por las ideas antipsiquiátricas, la revista contiene un eje temático que gira en torno a la crítica de la disciplina psiquiátrica en el que se exponen, debaten y problematizan conceptos de este movimiento. Además de la inclusión de artículos de figuras relevantes del movimiento británico como Aaron Esterson y Joseph Berke, también se deja lugar para la crítica psicofarmacológica o para el testimonio en primera persona de pacientes mentales, como parte fundamental de las reivindicaciones en salud mental. Por último, la importancia ya explicitada de la cosmovisión marxista como lente interpretativa de los fenómenos psíquicos queda plasmada en la aportación de Irma Gleiss en la que los fundamentos de la antipsiquiatría son discutidos y pasados por el tamiz de la crítica materialista. Su veredicto es que las ideas antipsiquiátricas son incapaces de superar los supuestos psicoterapéuticos clásicos e insuficientes a la hora de dar una alternativa revolucionaria al sufrimiento humano.
Este psicoanálisis con énfasis en lo social y en lo relacional, inicialmente leído desde el marxismo e influido, en buena medida, por el pensamiento de los analistas argentinos politizados y militantes, tuvo un desarrollo específico en suelo español. Tomando como punto de partida la figura de Nicolás Caparrós y la creación del Grupo Quipú, esta perspectiva se desarrolló con el tiempo, definiéndose y tomando contacto con otras líneas psicoanalíticas del ámbito internacional con énfasis en lo relacional, la teoría del desarrollo y la teoría del apego. A nivel asociativo tuvo una estructuración paulatina, primero con la fundación del Grupo de Investigación de la Técnica Analítica en 1996, y posteriormente con la incorporación en 2005 a la Asociación Internacional para la Psicoterapia y el Psicoanálisis Relacional, y, finalmente, la fundación del Instituto de Psicoterapia Relacional en 2006 como organismo asociativo a nivel estatal. De esta manera hemos podido ver cómo la estructuración del psicoanálisis relacional contemporáneo en suelo español debe una parte relevante de su genealogía a las formas de articulación entre psicoanálisis y marxismo que se produjeron a mediados de los setenta y al calor de la Transición.