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Crítica de libros

 

Toma prestado el título su autora de un verso del poeta Javier Marín Ceballos que abre la novela. Tras la publicación de dos libros de relatos, siete novelas y un libro de ensayo sobre psicoanálisis, esta novela es sin duda un ejemplo del poder narrativo que ha alcanzado su autora, que afirma su voz de obra en obra. López Mondéjar nos cuenta aquí la historia de Julia, una mujer española, desde que nace hasta que los 29 años. Es, por tanto, una mujer que crece en la España franquista y se va creando a sí misma en plena transición a la democracia. 

Por la novela pasarán la muerte de Franco, ETA, el golpe de estado del 23 F, Carrillo  y Suárez, la Pasionaria, la victoria de PSOE en el 82 y el referendum sobre  la OTAN; este como la primera gran decepción de esa izquierda que luchó por traer la democracia. Pero no vaya a pensar el lector que se trata de una novela de la transición política, pues esta solo constituye el telón de fondo, el entorno de los personajes, ya que sin ese trasfondo no se entenderían los cambios que van a transformar sus vidas,  esto es, su propia transición, que es aquí lo realmente importante.

 

Está escrita en primera persona, eligiendo la autora un tiempo narrativo que le permite mostrarnos la inocencia y la alegría de los 20 años de su protagonista, para hacernos digerir mejor la tristeza, la negrura, a veces, de su infancia. Alternando el vector temporal que avanza desde su nacimiento hasta su matrimonio, con otro que transcurre desde este hasta el final de la narración, de tintes más alegres, llenos de humor a veces, de la misma ligereza con que la vida empieza a presentársele a su protagonista.

 

Es este doble registro, y a pesar de esa negrura de la infancia, lo que hace que no se trate en absoluto de un libro triste, sino de un relato que transmite humor e ironía: como se refleja, por ejemplo, en ese “manual de la autentica revolucionaría” que nos ofrece en sus primeras páginas.

 

Se trata de una libro de talante positivo, decimos, que nos muestra el poder reparador que tiene Julia sobre su vida, que todos tenemos sobre las nuestras. Una historia escrita con una prosa musical, que es todo un canto a las bandas sonoras de nuestras vidas; en la de Julia podemos encontrar desde Carole King a Nacha Pop, pasando por Van Morrison o Luis LLach y, por supuesto, a Lucio Dalla. No es ésta una cuestión menor, pues es difícil intercalar todas esas referencias musicales, que formen parte de la narración sin interrumpirla, sin entorpecerla, pero en este libro son parte de la vida y como tal están en ella con plena naturalidad.

 

En La primera vez que no te quiero, literatura y cine se dan la mano y sacan a pasear los primeros ciclos de cine erótico que se organizaron en España, las películas de Almodóvar, y donde, también  de la mano de una película, “El enigma de Kaspar Hauser”, Lola hace una de las metáforas más bonitas del franquismo que ha leído la autora de esta reseña:

 

Durante cuatro largas décadas, alguien había hecho a mi país lo mismo que le hicieron a Kaspar Hauser.

 

El horrible secuestro del mundo.

 

 (Pág.219)

 

Nos encontramos ante un libro literariamente espléndido, donde se manejan los tiempos con maestría, los recuerdos de infancia se relacionan con las vivencias más recientes de su protagonista de forma magistral, envolviéndonos en la evolución, en la transformación de Julia, que irá cambiando incluso de nombre: Patuchas, Lia, Giulietta, Julia.

 

Este es, ante todo, un libro que convierte la ficción en vida, algo que no todas las novelas consiguen. A veces nos muestra una vida que tenemos un poco olvidada, la vida de nuestro país en blanco y negro, con las calles sin asfaltar, con las radionovelas sonando en los transistores, los niños con los mocos en el colegio, los hervidores de leche, el luto, las agujas de ganchillo para sacar lombrices…, en fin, una magnifica pintura escrita para recordarnos de dónde venimos y lo que nos ha costado superar nuestras carencias.

 

El lector se introduce en un fresco donde la protagonista se convierte en un ejemplo de las muchas mujeres de la transición, a las que les tocó hacer la transformación más difícil, la que supone inventarse una nueva vida, sin modelos a los que agarrarse. Julia llega a decir de si misma “soy un espécimen fronterizo. Ni lo uno ni lo otro, nada; era un vivir sin vivir; era, como decía mi madre, un sinvivir”.

 

El libro, que empieza de manera brutal: “Cuando tenía dos meses de edad mi madre intento ahogarme”, no nos da tregua, porque López Mondéjar juega con nosotros mostrándonos todos los matices, sin  permitir que nos quedemos con la primera impresión. Espero que me ustedes me crean cuando les digo que no es posible odiar a la madre de Julia, ni al Señor oscuro, ni al marido, ni a su preciosa casa, ni tan siquiera al joven alcalde…. a pesar de todas sus torpezas.

 

Estamos ante un canto, un homenaje a toda una generación que peleó por aprender,  pues: “Aprender me ha parecido siempre el don más preciado de la vida” nos dice Julia; peleó por formarse, por trasmitir sus nuevas ideas. Una generación que trabajaba sin tener en cuenta los horarios, sin límites para aprender y para mejorar, con la inocencia de estar rodeados de sus iguales: “A mí alrededor todo el mundo era de izquierdas…” (pág.244).

 

Y  todo eso en un país que era en esos momentos un laboratorio de libertad, pero también donde se empezaban a sufrir los primeros fracasos de la izquierda.

 

En definitiva, y para terminar, La primera vez que no te quiero es una lectura que hará sentir al lector porque está llena de vida, y se convierte en el lector en vida. Es por eso que me gustaría terminar trayendo unos versos de Maya Angelou que subraya esa capacidad de producir emociones que tiene la literatura y, en particular, la novela que aquí reseñamos.

 

La gente olvidará

 

lo que dijiste

 

olvidará lo

 

que hiciste,

 

pero nunca

 

olvidará cómo

 

les hiciste sentir.

 

Flori Celdrán